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El 17 de mayo es el Día de Internet y también el Día Mundial de las Telecomunicaciones y la Sociedad de la Información. No me imaginé que mi primer artículo en el Grupo Maseras, sobre la alfabetización digital en la sociedad del conocimiento actual, me permitiría celebrar y reflexionar sobre dos realidades en las que he estado formándome y trabajando los últimos 12 años, como lo es la formación y comunicación en la Red.

La innovación tecnológica no solo ha creado una forma de vivir impensable hace unas décadas, también introduce nuevas maneras de comunicarse, cada día están en constante cambio, lo que nos obliga a actualizarnos y formarnos continuamente. Hace unas semanas un amigo me decía: “cuántos congresos y eventos”, y es que en mi sector de social media y redes sociales hay que estar reciclándose sobre las nuevas tendencias y normativas, aplicaciones que aparecen en el mercado y cambios de algoritmos, buenas prácticas y casos de éxitos. ¿Pero qué sector profesional está hoy día fuera de esta carrera del conocimiento? ¿No te has sentido en algún momento que no llegas, que hay tantos cambios que no te da tiempo para aprender y aprehenderlos? Estamos inmersos en la carrera de la alfabetización digital, y sobre ello va este artículo.

De la alfabetización tradicional a la alfabetización digital

El término alfabetización ha tenido diferentes modificaciones a lo largo del tiempo. Para la Real Academia de la Lengua Española alfabetizar viene a considerarse, en su segunda acepción, como “enseñar a leer y a escribir”; mientras que para el Chambers English Dictionary, alfabetización se concibe como “the condition of being literate”, es decir, la condición de ser culto. Para Olsen y Coons (1989), alfabetización es la posesión de las destrezas que se necesitan para conectarse a la información imprescindible para sobrevivir en la sociedad; lo que Hillrich (1976) identificaba como las destrezas comunicativas que permiten al individuo funcionar, según su edad, de manera independiente en la sociedad y con un potencial para moverse dentro de ella.

La alfabetización conlleva la integración de la comprensión y expresión oral, la lectura y la escritura, así como el pensamiento crítico; e incorpora también la numeración. Incluye un conocimiento cultural que permite al hablante, escritor o lector, reconocer y usar el lenguaje apropiado para diferentes situaciones sociales. Estar alfabetizado en un país de la Unión Europea no es lo mismo que estarlo en Estados Unidos o Inglaterra, ni mucho menos en un país en desarrollo.

Hoy día tenemos que hablar también de las denominadas alfabetizaciones en destrezas y en tecnologías. Así, a la necesidad de alfabetización tradicional basada en la lectura y la escritura (con todo lo que significa en términos de acceso a la cultura), se le suma la necesidad de desenvolverse y ser capaz de desarrollar actividades que involucran las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). En este sentido, podríamos citar variadas denominaciones para la alfabetización según las destrezas a que se refiere: alfabetización cinematográfica, alfabetización para el mundo laboral, alfabetización en medios, alfabetización bibliotecaria, alfabetización informacional, alfabetización digital.

Según la OCDE (2003), la alfabetización digital no se limita a la habilidad de realizar tareas sencillas por ordenador, aunque esto tenga una importancia fundamental. Esta se refiere a un sofisticado repertorio de competencias que impregna el lugar de trabajo, la comunidad y la vida social, entre las que se incluyen las habilidades necesarias para manejar información y la capacidad de evaluar la relevancia y fiabilidad de lo que se busca en Internet.

Este concepto de alfabetización digital ha ido cambiando y evolucionando según los continuos y rápidos avances tecnológicos. A partir de los años 70, el desarrollo del hardware se incrementa de forma tan espectacular que el conocimiento relacionado con el medio informático muy pronto queda obsoleto, por lo que empieza a darse una mayor preponderancia al contenido de programación. En la década de los ochenta se observa cómo la orientación de la alfabetización digital se deriva hacia cuestiones de aprendizaje de lenguajes de programación: una persona alfabetizada en ordenadores no sólo necesitaba aprender sobre ellos, sino que era necesario que supiera trabajar programando.

Con la llegada de los ordenadores personales, a mediados de los ochenta, comienza la tendencia a considerar la alfabetización digital no sólo como el conocimiento de lenguajes de programación, sino también de las diversas aplicaciones del ordenador, saber cómo y cuándo utilizarlas e, incluso, modificarlas si fuera necesario. Los primeros gestores de texto provocaron la aparición de una nueva capacidad a incluir en el concepto de alfabetización: la de usarlos como instrumentos de comunicación entre el usuario y las bases de datos; y posteriormente, la capacidad de comunicarse entre diferentes usuarios a través de las redes informáticas y las redes sociales.

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¿Pero es suficiente con saber utilizar el ordenador y algunas de sus aplicaciones?

Cuando se afirma que la alfabetización digital es el modo de combatir la brecha digital, debemos ser conscientes que no sólo es necesario formar en el uso de determinadas tecnologías, sino que debemos enseñar a estar constantemente aprendiendo. No obstante, la gran cantidad de información y conocimiento a la que se puede acceder con las nuevas tecnologías, de una manera cada vez más acelerada y creciente, no sólo se presenta como una oportunidad de desarrollo social y personal. También implica un desafío y un motivo de agobio.

Ante la apariencia de estar cada día mejor informados por los múltiples y variados mensajes que recibimos y de haber convertido el mundo en una “aldea global”, donde todos tenemos noticias de todos, surge también con más fuerza el convencimiento de la incomunicación, de la desinformación y de la angustia. Así, cada día se hace más difícil conocer, manejar y controlar la gran cantidad de información, noticias, conocimiento que se va produciendo exponencialmente en los medios de comunicación de masas y, particularmente, en Internet y las redes sociales.

La mayoría de las veces actuamos como meros receptores pasivos e inconscientes, que asumimos como un hecho irreversible la “realidad” del universo mediático e informacional como dogma de fe, sin activar los más mínimos resortes críticos y de análisis. Es por ello que la alfabetización digital también pasa por formar para enfrentar mejor esta situación. Destrezas de pensamiento crítico, de análisis; para reflexionar, debatir y contrastar; para detectar noticias falsas; para crear y tener iniciativa, etc., son necesarias ante la dispersión y abundancia de información.

Por todo esto, uno de los mayores retos en el ámbito de la educación es enseñar las destrezas básicas que un ciudadano debe tener para participar activa, autónoma y conscientemente en la sociedad del conocimiento. Desde una perspectiva amplia y general, los centros educativos y los profesores deben estar conscientes de la necesidad de ayudar a los alumnos a adquirir todas aquellas competencias necesarias en el manejo de las TIC, ya que la mayoría de los esfuerzos en materia de educación todavía distan de haber alcanzado dicho objetivo.

De ciudadanos 1.0  a ciudadanos 2.0

Dado que actualmente la vida laboral y social sería impensable sin las TIC, su manejo aparece como un requisito vital. Desconocer cómo funciona y no haber incorporado estas tecnologías a la vida cotidiana le otorga a una persona un alto riesgo de exclusión social. La alfabetización digital consistiría, entonces, en dotar de conocimientos y habilidades para que las personas puedan hacer uso de estas tecnologías.

El punto clave para que la sociedad avance en la lucha contra la brecha digital reside en la educación y en el aprendizaje a lo largo de la vida, porque, en definitiva, estar alfabetizado digitalmente es poseer la capacitación tecnológica imprescindible para sobrevivir en la sociedad del conocimiento y poder actuar críticamente sobre ella. Se trata de pasar de la llamada “ciudadanía 1.0” -que define la Sociedad de la Información- a la “ciudadanía 2.0”, propia de la Sociedad del Conocimiento y que es aquella compuesta por sujetos activos que intervienen decididamente en los asuntos que les afectan, usan las tecnologías con competencia y capacidad crítica, y no se resignan al papel de meros consumidores de tecnologías y contenidos digitales.

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