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El agua en la poesía de Lorca

Sierra Nevada, y el agua que baja de ella por los cauces de los ríos Genil, Darro, Dílar y Beiro, y que ya en la Vega distribuyen sabiamente las acequias que se empezaron a construir en época árabe, son omnipresentes ara cualquier granadino o visitante. Y Lorca reflejó esta omnipresencia en su poesía…

Sus primeros poemas están llenos de agua, remansos y surtidores, es una evocación constante del agua como metáfora de la vida, con sus momentos de calma y de furia.

En la última estrofa de uno de sus poemas más famosos, el Romance sonámbulo, alude al agua de una forma sutil:

Sobre el rostro del aljibe
se mecía la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche su puso íntima
como una pequeña plaza.

Guardias civiles borrachos,
en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.

En otro poema, el Romance del emplazado Lorca escribe: «los densos bueyes del agua/ embisten a los muchachos/ que se bañan en las lunas/ de sus cuernos ondulados» y que «los bueyes del agua beben los juncos soñando».

¿Bueyes?

Quizá esta imagen de una compuerta de acequia sea más aclaratoria. Imaginad esos cuernos reflejándose de noche en el agua retenida o desviada. A eso llamaba Lorca “bueyes del agua”… y se siguen llamando igual…

Tardes de Granada: La Alhambra y la Semana Santa

Como buen granadino, Lorca pasaba las tardes en Granada recorriendo sus calles. Imagino que recorrería el llamado “tontódromo”, que no es otra cosa que la acera que recorre de Puerta Real a la Fuente de las Batallas; y de allí, seguro que bajó en multitud de ocasiones por la Carrera de la Virgen hacía el Paseo del Salón, donde se encuentra una biblioteca pública que por aquel entonces era un salón de baile al que acudía la gente joven.

De esos paseos, de sus visitas a La Alhambra está llena su poesía…

(…) Guadalquivir, alta torre

y viento en los naranjales.

Dauro y Genil, torrecillas

muertas sobre los estanques.

(…).

Los estanques a los que se refiere Lorca, llenos de agua estancada, muerta, que no corre se encuentran en La Alhambra y El Generalife. Hasta allí subía a través de un complejo sistema de acequias y aljibes el agua del río Dauro (más conocido ahora como Darro).

Paseos que daba en cualquier época del año disfrutando, también de los acontecimientos más tradicionales como la Semana Santa:

PROCESIÓN

 Por la calleja vienen

extraños unicornios.

¿De qué campo,

de qué bosque mitológico?

Más cerca,

ya parecen astrónomos.

Fantásticos Merlines

y el Ecce Homo,

Durandarte encantado,

Orlando furioso.

En estos versos ya empieza a vislumbrarse el surrealismo que acompañaría Lorca en sus últimos trabajos. Cómo relaciona los capirotes de los penitentes con figuras mitológicas aporta un aire de ensoñación al poema. Consigue que el lector presencie la procesión como si la viese a través de una nebulosa.

Tardes de Granada: La Alhambra y la Semana Santa

Las historias de venganza, amor roto y honor son un clásico también de la poesía y del teatro de Lorca. Unos valores o sentimientos que enraízan con lo más tradicional de la cultura granadina y con la literatura del Siglo de Oro. El cante jondo le atrapa, historias de buenos y malos recogidas de la tradición oral o de la prensa de la época que eleva a verdaderas obras de arte inmortales.

De uno de sus libros El Romancero gitano, dijo en 1931: “no es gitano más que un trozo al principio. Es en esencia un retablo andaluz de todo el andalucismo. Al menos como yo lo veo. Es un canto andaluz en que los gitanos sirven de estribillo. Reúno todos los elementos poéticos locales y les pongo la etiqueta más fácilmente visible. Romances de varios personajes aparentes que tienen un solo personaje esencial: Granada».

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