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ÁNGELA RUIZ ROBLES

Ángela Ruiz Robles (Villamanín, León, 1895 – Ferrol, La Coruña, 1975) es la protagonista del mes en Maseras. Gracias al empeño de su familia, su figura no ha caído en el olvido y hoy es reconocida mundialmente como la inventora en 1949 del libro electrónico, lo que ella llamó la “enciclopedia mecánica”. Incluso Google le dedica el día 28 de marzo, personalizando el logotipo de su página principal.

Así se intenta hacerle justicia a la labor de esta mujer adelantada a su tiempo, aunque su invento no pudiera ser materializado a gran escala y llegar al público hasta que lo hiciera en 1971 el americano Michael Hart,

Pero considero que, aunque su enciclopedia mecánica es realmente un invento ingeniosísimo y digno de admirar (para los interesados, se encuentra expuesto en el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología de La Coruña), sería igual de injusto con doña Angelita, apodo cariñoso con el que la distinguían sus alumnos, fijarnos en ella solo por esto.

De hecho, este invento no es más que una de las muchas ideas geniales que su gran inteligencia y personalidad le llevaron a desarrollar. Pido al lector que haga un ejercicio de imaginación visualizando lo que va a leer dentro del escenario social y político de la España y la Europa de la primera mitad del siglo XX.

Entre otras cosas, escribió y publicó 16 libros de temáticas variadas dentro del ámbito de la pedagogía, sobre ortografía y gramática, historia o geografía, taquigrafía o mecanografía.

Es llamativa su gran capacidad de trabajo desde muy joven, porque tras cursar estudios de Magisterio en la Escuela de Magisterio de León, impartió clases allí mismo entre 1915 y 1917, combinándolas con clases nocturnas gratuitas a obreros y personas desfavorecidas. Y en esa época fue cuando creó un nuevo sistema taquigráfico (que sería implantado en 1940) con nuevos signos, tan interesante que poco después despertó el interés de los responsables de la recién creada URSS. Esto fue motivo de que en España fuera vista por las autoridades con cierta desconfianza.

Aun así, fue su labor continuada y callada en ocasiones, lo que le granjeó el cariño y reconocimiento de los alumnos y personas a las que atendió. Por ello fue distinguida por las autoridades a petición popular, ya en aquellos sus primeros pasos en León, por su labor docente y su entrega altruista al pueblo.

Situación muy paradójica es el hecho de que fuera sospechosa por haber llamado la atención del bloque comunista con su sistema de taquigrafía y su interés en que el esperanto fuera una de las lenguas que se enseñara a través de su Enciclopedia mecánica. Digo paradójico porque en 1936, estando ya en Ferrol (tras haber pasado 16 años en Santa Uxía de Mandiá ocupando su plaza ganado por oposición), y siendo gerente de la Escuela Nacional de Niñas de su Hospicio, le fue abierto un expediente de depuración por parte de la Comisión Depuradora del Magisterio Nacional de La Coruña, por hacer intentado ayudar de forma altruista a las familias de los maestros presos tras la revolución de octubre del 1934 en Asturias. Esta sería para ella “la mayor ofensa que recibí en mi vida (…) solo creí practicar una obra de caridad cristiana (…) no creía que fuera nada malo el atender a los niños”. El expediente se archivó en 1941.

Es decir, Ángela era una de esas personas que hacía el bien sin mirar a quién. Y eso… rara vez es agradecido, siendo lo habitual el convertirse en lo que eufemísticamente se llaman personas revoltosas, incómodas o sospechosas.

Pero esa actitud fue una constante en su vida, independientemente de las consecuencias. Desde sus inicios como maestra acostumbraba a dar clases gratuitas a todos los que se lo pedían. Y el hacer esto, darse a los demás, intentar ayudar a acabar con el analfabetismo sin mirar colores políticos, fue lo que le supuso ser una “persona sospechosa” para todos (menos para los beneficiados por su calidad humana) en aquella convulsa España del siglo XX. Un obstáculo más para una mujer luchando contra el sistema establecido.

No quiero entrar en los ingentes datos biográficos que el lector puede encontrar tanto en el vídeo que Maseras publica este mes sobre Ruiz Robles, como en la cada vez más nutrida bibliografía que puede encontrarse en internet. Allí están descritos con detalle cada uno de los numerosos puestos de responsabilidad, galardones, premios y nombramientos, nacionales e internacionales, que le fueron concedidos por los méritos en su carrera pedagógica, filantrópica e inventora, con mención especial a la Gran Cruz de Alfonso X El Sabio en el año 1947 que supuso el pistoletazo de salida a los que le sucedieron. Cómo de grandes no serían su labor y su valor que ninguno de los antes mencionados encontronazos con las autoridades pudieron frenar y acallar a Ángela.

Y digo que no quiero entrar en más datos biográficos porque ello creo que haría que los magníficos árboles nos impidieran ver el bosque.

Y el bosque de la vida y obra de Ángela Ruiz Robles creo que se intuye muy bien leyendo sus propias reflexiones:

– De su enciclopedia mecánica decía: “Intento aliviar la enseñanza, y con el mínimo esfuerzo, conseguir los máximos conocimientos. (…) facilitando la comodidad del lector, y evitando esfuerzos intelectuales y físicos”.

– Sobre lo que se necesitaba para ser inventora decía: “Conocer profundamente una materia, a esto ayuda poseer la mayor cultura posible, y conjuntamente con estos bagajes humanos, naturalmente, la inspiración, que es obra de Dios, y las ideas; después, es necesario que las personas que rodean al inventor no lo obliguen a perder el tiempo en conversaciones amplias de cosas de tipo corriente. El silencio es imprescindible, pues facilita la gestación de esas ideas, que luego favorecen el progreso del mundo.”

– Sobre por qué inventaba cosas, decía: “Por vocación, nacida de la inquietud que se apodera de mí cuando me doy cuenta de que puedo participar a que la Humanidad aprenda con el menor esfuerzo posible”.

– Sobre la labor de la enseñanza, decía: “Hemos de aliviar el aprendizaje a las criaturas que traemos al mundo, tenemos la obligación de ponérselo más fácil”.

Y, según su propio nieto, Daniel González de la Rivera, sus dos frases más habituales, y que tantísimo dicen de su carácter eran:

“El tiempo es oro” y “el deber cumplido proporciona dulce gozo”.

Me es imposible apostillar nada a pensamientos tan elevados. Si quieren ver a doña Angelita y su invento, pinchen aquí. Y si quieren escuchar su propia voz, aquí está en el Telediario de TVE, en 1972.

Creo que lo mejor que puedo hacer, después de compartir con ustedes estas pinceladas sobre Ángela Ruiz Robles, es animarles a que lo compartan a su vez con sus conocidos, para que siga creciendo en el imaginario colectivo la figura de esta MUJER y MAESTRA, para que su ejemplo, vital e intelectual, pueda seguir siendo semilla de inspiración para las generaciones presentes y futuras.

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